Pasan los años, suben unos kilitos, pero no se eliminan las ganas. Juntarse con los amigos de siempre y disputarse verdaderas finales, recordando aquellas tardes de sàbado, cuando nos juntabamos en el parque del barrio, cargando piedras para los arcos, usando tizas para delinear los bordes del campo y a jugar contra los del barrio contrario.
Recuerdo también las pichangas en el colegio. En primaria, jugando con las botellitas de yogurt aplastadas. Mientras que en secundaria, armábamos una pelota de papel y la envolvíamos con todo lo que encontrabamos en el camino, sea cinta adhesiva, bolsas donde traíamos la lonchera. Nosotros alucinábamos estar en el Santiago Bernabeu o la Bombonera, pero nadie nos podía quitar esos 15 minutos del recreo para divertirnos.
Gol, un mal pase, jugadores que ya ni pueden correr, un arquero que tapa de todo y otro que es una coladera. Un vidrio roto o los parabrisas de los carros destruidos, todo producto de la pasión y las ganas que se le ponen a cada partido.
Pasan los años, y quedamos pocos, pero las costumbres no pasan, como por ejemplo, jugar el famoso ''fun man chu'', para definir al arquero, que en algunos casos, yo siempre lo perdía. También cada equipo tenía a su ''abuchero'', ese que juega de 9 y que no se movía para nada de la delantera, si es que no anotaba un par de goles. La pierna fuerte no podía faltar y siempre habían unos dos o tres que se encargaban de hacer el trabajo sucio y evitar que los talentosos del cuadro rival hagan de las suyas. Ese talentoso que al mismo tiempo se vuelve afanoso y que siempre quiere que se le denomine la figura del equipo. Al final, termina siendo ''apanado'' por sus compañeros.
Aunque siempre jugamos a ganar, siempre salimos con signos de cansancio, pero reconfortados por haber hecho un buen partido. Y luego la gaseosita de rigor... para matar la sed.
Son las pichangas de siempre... esas que siempre serán motivo para juntar a los amigos de siempre, a aquellos que no veíamos hace mucho tiempo. Ese motivo para quitarnos el strees de encima y seguir intentando emular la capacidad de ídolos como Batistuta, Zidane o Ronaldo.
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